
De acuerdo con la reciente investigación realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, la biodiversidad de la Antártida enfrenta una nueva amenaza: la propagación del virus de la gripe aviar. Así lo confirmaron los científicos de la Expedición Australis que, tras el análisis de las muestras recolectadas en la región, determinaron que especies emblemáticas como los pingüinos de Adelia o los lobos marinos estaban infectados.
De esta manera pudieron comprobar que, lo que inicialmente parecía ser un brote controlado entre las aves marinas del continente blanco, ha ido escalando rápidamente y podría no detenerse. De hecho, durante la presentación del informe en la última conferencia del Comité Científico para la Investigación (SCAR, por sus siglas en inglés) llevada a cabo en Chile, la comunidad científica global expresó su temor acerca de cuáles podrían ser las consecuencias de la propagación de esta enfermedad altamente contagiosa en una región completamente aislada.
A medida que el virus continúa expandiéndose, los expertos trabajan a contrarreloj para evaluar cuántos individuos se encuentran afectados y cuáles son las especies más vulnerables. Lamentablemente, las muestras confirman que el virus ya ha logrado atravesar las barreras entre especies, lo que podría significar una verdadera catástrofe para todos los ecosistemas antárticos.
Miembros de organizaciones ambientalistas como Greenpeace Argentina han expresado su preocupación por este avance de la gripe aviar. En medio de un contexto ya complicado para las especies antárticas, cuando sus hábitats ya se encuentran al límite por la degradación provocada por el cambio climático, este virus podría significar un golpe fatal e irreversible.

¿Cómo puede afectar la gripe aviar a la biodiversidad antártica?
Como indica su nombre, la gripe aviar es una enfermedad viral sumamente contagiosa que afecta principalmente a las aves. Sin embargo, el virus H5N1 es conocido por su capacidad para mutar y adaptarse a diferentes especies. Por lo que es capaz de transmitirse a otros animales, incluidos los mamíferos (y entre ellos, los seres humanos).
En su forma más infecciosa, el virus de la gripe aviar es capaz de provocar una alta mortalidad tanto en las aves como en otras especies. Pero a la voracidad de este virus en la Antártida se suma otro factor determinante y peligroso para la biodiversidad del continente: el aislamiento. Al tratarse de ecosistemas completamente remotos, las colonias de pingüinos y de otras especies emblemáticas como los lobos marinos no cuentan con las defensas naturales necesarias para combatir este tipo de virus.
Al tratarse de un virus que se propaga rápidamente, existe el riesgo de que se generen brotes masivos que podrían diezmar las poblaciones de fauna antártica. Pero estos no solo afectaría a las especies infectadas, sino que además pondría el riesgo el equilibrio de todos los ecosistemas como resultado de la desaparición o disminución de una especie clave.
Un virus que arrasa con todo
Los primeros indicios del brote de gripe aviar en la Antártida aparecieron a principios de 2024 y se reducía a una población de aproximadamente 15 pingüinos de Adelia. Pero desde ese momento, los investigadores del CSIC detectaron que se ha seguido expandiendo de forma a alarmante a otras especies como las palomas antárticas y los lobos marinos.

Durante la conferencia SCAR, los expertos revelaron que la dispersión del virus ya afectó ¡a más de 500 pingüinos! Esto es solo una muestra de cómo los científicos habían subestimado la capacidad del patógeno para adaptarse y expandirse. Por eso los científicos están trabajando día y noche para intentar controlar el virus y hacer frente a la crisis.
El golpe de gracia para las especies antárticas
Desde hace décadas, las especies antárticas vienen padeciendo los efectos del cambio climático. A medida que el hielo se derrite como resultado del incremento de las temperaturas, especies como el pingüino emperador o el pingüino de Adelia, que dependen del hielo marino para alimentarse y reproducirse, intentan adaptarse al aumento de la competencia por los recursos.
Pero ahora llega un nuevo desafío para el que no están preparados. Si bien las especies antárticas ya enfrentaban dificultades por la pérdida de sus hábitats y la disminución de sus fuentes de alimento, la propagación del virus podría ser el golpe final que acelere su desaparición. Los animales ya debilitados son más vulnerables a las enfermedades, por lo que el riesgo de que los brotes de gripe aviar se transformen en epidemias letales es enorme.
Y a medida que avanza el verano en la región, los científicos temen que la situación empeore, ya que las temperaturas más cálidas podrían acelerar la propagación del virus. Es por eso que han advertido a las autoridades acerca de la importancia de tomar medidas inmediatas para contener esta situación que no ha hecho más que resaltar la fragilidad de los ecosistemas del planeta.