
Estos vastos y majestuosos glaciares, compuestos de hielo y nieve, alimentan ininterrumpidamente ríos y lagos situados en áreas de menor altitud. Por este motivo, desempeñan una función esencial como reguladores de agua para la flora, fauna y las comunidades, en particular en regiones (como ciertas provincias argentinas con climas secos) que enfrentan un estrés hídrico más intenso.
En otras palabras, los glaciares contienen el 70% de nuestras reservas de agua dulce, recurso del cual dependen todos los seres vivos para su existencia. Además, funcionan como refrigerantes naturales en un tiempo donde el calentamiento del planeta es cada vez más evidente, lo que los convierte también en elementos importantes para el control de las temperaturas.
Sin embargo, el cambio climático también afecta su estado, sufriendo graves consecuencias. De hecho, investigaciones realizadas por la comunidad científica advierten que más del 80% de los glaciares en el mundo podrían extinguirse para el final del siglo si no se logra reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Activistas de Greenpeace muestran una pancarta que dice “Detengan el CO2” frente al glaciar Upsala en el Parque Nacional Los Glaciares en Argentina.
Como señala Agostina Rossi Serra, parte del equipo de campañas de Greenpeace Argentina y experta en biodiversidad, “los glaciares son uno de los signos más evidentes y preocupantes de la crisis climática. Su deshielo, a nivel global, es una señal que no podemos pasar por alto. Cada glaciar que perdemos representa también la pérdida de una fuente vital de agua dulce y un aliado en la regulación de las temperaturas del planeta”.
¿Qué amenazas enfrentan los glaciares?
Crisis climática
El incremento de la temperatura de la Tierra, resultado de la alta emisión de gases de efecto invernadero debido, principalmente, a la quema de combustibles fósiles (calentamiento global), provoca su rápida disminución.
Actividades humanas
Una de las actividades con mayor impacto inmediato es la minería, que construye caminos y extrae minerales, alterando completamente el entorno natural. Tanto la deforestación como la urbanización también afectan el ciclo del agua, alterando el cauce de los ríos que nutren los glaciares y, en muchos casos, elevando las temperaturas locales, lo que acelera su derretimiento.
Contaminación
Actividades como la minería tienen un efecto adicional; se acumula carbono negro (hollín) en los glaciares. Esto disminuye su superficie blanca, lo que incrementa la absorción del calor y acelera el deshielo.
Una vez que un glaciar ha desaparecido, no hay forma de replicarlo. Por cada glaciar que se pierde, una comunidad se enfrenta a una grave falta de agua, generando efectos en cadena que impactan en la agricultura, la generación de energía y el consumo doméstico.