Un iceberg atenta contra la vida de todo un ecosistema

Un iceberg atenta contra la vida de todo un ecosistema

Un gigantesco iceberg conocido como A23a se mueve hacia Georgia del Sur, una aislada isla al sur del océano Atlántico, hogar de focas y pingüinos. Esta imponente masa de hielo, apodada megaberg, tiene un peso de un billón de toneladas y ha permanecido atrapada en el océano durante casi cuatro décadas. Sin embargo, ahora ha comenzado su desplazamiento. 

Aunque su velocidad es de menos de dos kilómetros por hora, algunos especialistas están preocupados por las repercusiones que podría tener en un hábitat silvestre específico. ¿Cómo se formó el iceberg, de qué manera podría influir en las poblaciones de pingüinos y focas? ¿Es esto consecuencia del cambio climático?  Aquí tienes toda la información necesaria. 

¿Cuál es el origen del A23a? 

El iceberg A23a se separó de la plataforma de hielo Filchner en 1986 (se le nombró según el cuadrante antártico donde fue observado por primera vez). La separación de icebergs es un fenómeno natural continuo donde los icebergs se sueltan de la plataforma de hielo. El A23a es notable por su tamaño: «varias decenas de kilómetros de longitud y unos cientos de metros de profundidad», dice Martin Siegert, científico polar de la Universidad de Exeter en el Reino Unido.

 “No es un evento raro ni antinatural, pero es inusual por su gran tamaño; es muy, muy grande», señala. Con más de 3600 kilómetros cuadrados, el A23a podría abarcar el espacio que ocuparían juntas las ciudades estadounidenses de Nueva York, Los Ángeles y Houston (o, para ponerlo en perspectiva, tendría un tamaño similar al de seis ciudades de Madrid). 

Por sus gigantescas proporciones, el coloso «se quedó atascado casi de inmediato» en el lecho marino alrededor de la plataforma continental, que resultó ser demasiado poco profundo para que su quilla pudiera moverse, explica un experto. «Se quedó allí hasta aproximadamente 2020», comenta Andrew Meijers, director del programa de océanos polares del British Antarctic Survey. 

El iceberg comenzó a derretirse gradualmente y fue golpeado por vientos y corrientes marinas mientras se desprendían trozos de hielo al agua. Eventualmente, se liberó hacia las profundidades del océano. 

En abril de 2024, volvió a quedar atrapado, girando en una columna Taylor, «un fenómeno oceanográfico donde el giro del agua sobre un monte submarino atrapa objetos flotantes», según indica el British Antarctic Survey. Después de liberarse en diciembre, ahora se desplaza a lo largo de la corriente circumpolar antártica. «Es la corriente más poderosa del planeta», señala Meijers. «Se moverá en línea recta hacia Georgia del Sur», agrega. 

Este paraíso natural es hogar de focas peleteras, albatros y pingüinos papúa, entre otros animales. En su itinerario actual, el A23a experimentará un giro brusco en la corriente. «El iceberg tiene un peso de un billón de toneladas, por lo que no puede rotar sobre su propio eje», explica. Si se mueve demasiado, podría quedar atrapado en áreas poco profundas hasta que se derrita lo suficiente para continuar su trayecto o fragmentarse. 

«No se puede prever lo que podría ocasionar», añade. La amenaza para la fauna en Georgia del Sur Quedarse atascado cerca de la plataforma continental poco profunda cercana a Georgia del Sur podría interrumpir las rutas entre las zonas de alimentación y los lugares de cría de varias colonias de pingüinos y focas. Esta obstrucción «hace que los adultos deban nadar más lejos, consuman más energía y, en esencia, regresen con menos», señala Meijers, lo que puede provocar un aumento en la mortalidad y podría agravar los efectos de la gripe aviar en focas y pingüinos. 

El tiempo es crucial. «En octubre, los pingüinos eligen sus lugares de anidación», dice Maria Vernet, ecóloga marina del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California (Estados Unidos). Un iceberg enorme y afilado, «más parecido a un edificio de apartamentos», representa un peligro mayor en el momento en que los huevos y los polluelos están en el nido y dependen por completo de sus padres.

«Sin embargo, para febrero, todos esos polluelos deberían haber salido del nido» y podrán cuidarse por su cuenta, afirma. Existen otros impactos posibles. En el año 2000, el iceberg B15 se separó de la plataforma de hielo de Ross y funcionó «como un escudo», menciona Vernet, limitando la cantidad de luz que podía ingresar al océano y reduciendo el crecimiento del fitoplancton, que es fundamental en la cadena alimentaria. 

Por el contrario, al derretirse, el iceberg libera el hierro que ha conseguido al triturar el fondo marino y agita las aguas profundas, llevando nutrientes hacia la superficie. Esto favorece el crecimiento del plancton, «que atrae al krill, el cual a su vez sostiene prácticamente toda la vida en el Océano Austral», aclara Meijers. «Los icebergs a la deriva generan un pequeño ecosistema a su alrededor”, comenta Vernet. Si el krill se acerca a las colonias, los pingüinos tendrán una abundante comida. Un desenlace incierto «La corriente oceánica es una serie de remolinos complejos y conectados entre sí», indica Siegert. 

«El flujo promedio sigue una dirección particular, pero es realmente complicado», lo cual hace casi imposible anticipar hacia dónde se desplazarán los icebergs. 

Varios icebergs han tomado un rumbo parecido: en 2004, el A38 quedó atascado en la plataforma continental de Georgia del Sur causando efectos devastadores para la fauna, el A68 se desintegró y no alcanzó Georgia del Sur en 2020-2021 y, en 2023, el A76 se fragmentó en trozos más pequeños en las aguas que rodean la isla. Si el A23a se quiebra, podría representar un riesgo para las embarcaciones que transitan por el peligroso Océano Austral. 

«Es el océano más turbulento y hostil del planeta», dice Siegert. Es sencillo seguir una placa de hielo que tiene el doble del tamaño de Londres, pero es mucho más complicado monitorear un grupo de icebergs más pequeños. Además, estos pueden derraparse de manera inesperada.