
En Córdoba, uno de los epicentros de la crisis ambiental argentina, Raúl Montenegro no esquiva ninguna pregunta. El biólogo y activista sigue usando su voz como una herramienta de denuncia y memoria.
“Vivimos en una sociedad donde no existe, sobre todo a nivel Gobierno provincial y en varios municipios, una percepción de la gravedad del asunto.”
Esa frase, dicha con tono firme pero sin alardes, condensa la crítica más profunda: la inacción no proviene de desconocimiento técnico, sino de indiferencia institucional.
La fachada verde
Para Montenegro, muchas gestiones adoptan el verde como color, no como compromiso. En una entrevista televisiva fue lapidario:
“En Córdoba, tanto lo que es la población como los gobiernos, yo diría que lo que hay es más pintura verde que verdadera conciencia ambiental.”
Ese “más pintura verde” apunta a políticas de fachada: decretos bonitos, discursos ambientalistas, pero pocas transformaciones estructurales reales.
Lo que arde va más allá del fuego
No sólo los árboles sufren: lo que queda invisible para muchos lo nombra Montenegro con claridad: la biodiversidad. En dialogó con Villanos Radio, advirtió:
“No se trata solo de árboles y pastizales, sino de toda la biodiversidad. Estoy hablando de hongos, bacterias, virus, grandes plantas verdes, vertebrados, insectos.”
“Las consecuencias de los incendios del 2020 las seguimos viviendo hoy.”
Sus palabras evocan territorios y relaciones ecológicas que se rompen sin que muchas veces nos demos cuenta. Cuando un bosque arde, no vuelve todo a “cero”: la memoria del suelo, las semillas regresivas, los microorganismos, quedan dañados.
Políticas ambientales con contradicciones
Montenegro no se queda en la agenda local; también señaliza responsabilidades nacionales. En un artículo reclamó:
“Sí, teníamos un Ministerio de Ambiente, pero uno en donde el agronegocio y todo lo relacionado con la megaminería eran prácticamente políticas de Estado.”
Para él, no se trata de cambiar nombres de organismos, sino de replantear prioridades. Como si el ministerio fuera un instrumento parcial, más permeable al modelo extractivo que a la preservación ecológica.
