
De un tiempo a esta parte, la desaparición acelerada de especies en el planeta se ha transformado en un fenómeno alarmante que supera en rapidez a cualquier proceso natural de pérdida biológica conocido en eras recientes. Tal cual han denunciado las organizaciones ambientalistas del mundo, como Greenpeace, la magnitud de esta crisis no tiene precedentes. De hecho, no ocurre desde hace millones de años, cuando una extinción masiva puso fin al reinado de los dinosaurios. Ahora, la suma entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad traza un escenario complejo donde el equilibrio natural se rompe y la influencia humana se destaca como causa principal.
Así es la naturaleza de la extinción masiva
Una extinción masiva se define como un intervalo geológico corto en el que desaparece un gran porcentaje de las especies, sin que queden descendientes de ellas. Este tipo de eventos supone la eliminación del 10% o más de las formas de vida en lapsos que pueden ir desde un año hasta varios millones, dependiendo del evento. Los paleontólogos han identificado cinco grandes episodios de estas características a lo largo de la historia de la Tierra, los cuales han servido para delimitar el inicio y el final de distintas eras geológicas.
El más reciente de esos eventos ocurrió hace 65,5 millones de años y se relaciona con la desaparición de los dinosaurios, una de las formas de vida más emblemáticas de nuestro planeta. Actualmente, las señales que advierten sobre un sexto episodio de extinción masiva son cada vez más evidentes. Un número creciente de expertos coincide en que estamos viviendo un proceso sin precedentes, impulsado principalmente por la acción humana sobre el entorno.
El antropoceno y el peso del ser humano en la biosfera
El término antropoceno, acuñado por el químico y premio Nobel Paul J. Crutzen en el año 2000, pretende describir una nueva época geológica marcada por la profunda huella que la humanidad ha dejado sobre el planeta. Esta etapa se diferencia de la anterior, el Holoceno, por el grado de transformación que los seres humanos han ejercido en los ecosistemas, la atmósfera y la superficie terrestre.
Aunque la comunidad científica aún debate si el antropoceno puede considerarse formalmente una era geológica o una subdivisión del Holoceno, la realidad indica que los impactos son notables y alcanzan a dos grandes crisis: la climática y la pérdida de biodiversidad. Ambas están estrechamente ligadas y representan un desafío global que exige respuestas urgentes y coordinadas.

La mutilación del árbol de la vida y la pérdida irreversible de biodiversidad
Investigadores como Gerardo Ceballos y Paul Ehrlich realizaron un estudio exhaustivo sobre más de 34.000 especies de vertebrados terrestres que se extinguieron o están en peligro entre los años 1500 y 2022. Estos análisis demostraron que la actividad humana fue responsable de la desaparición completa de 73 géneros, 10 familias y 2 órdenes de vertebrados en solo cinco siglos, una tasa que supera por 35 veces la media registrada durante el millón de años previo.
Este fenómeno no solo implica la extinción de especies individuales, sino también la pérdida de ramas enteras del árbol evolutivo, lo que altera de forma profunda las funciones ecológicas esenciales y la trayectoria evolutiva del planeta. Los investigadores señalan que esta extinción masiva, a diferencia de las anteriores, tiene un origen claro: el crecimiento exponencial del Homo sapiens y su impacto sobre el medio ambiente.
Un futuro incierto y los riesgos de acelerar la pérdida
Al proyectar el futuro, Ceballos y Ehrlich expresan preocupación ante la posibilidad de que las tasas actuales de extinción sigan aumentando, debido principalmente a la destrucción de hábitats, el tráfico ilegal de especies y los efectos del cambio climático. El ritmo con que desaparecen los géneros podría multiplicarse por cientos durante las próximas décadas si no se toman medidas eficaces.
En un escenario extremo, la desaparición de todos los géneros en riesgo para finales de siglo haría que la tasa de extinción promedio sea 354 veces mayor que la registrada en tiempos previos, llegando a superar 500 veces para los mamíferos. Esto significaría que lo que ha ocurrido en apenas unos pocos siglos sin presión humana hubiera tomado más de cien mil años en condiciones naturales.
El naturalista Sir David Attenborough ha destacado en varias ocasiones la magnitud del control que la especie humana ejerce sobre el planeta y ha señalado que esta responsabilidad implica una obligación ética para cuidar no solo nuestra especie, sino toda la vida que compartimos en la Tierra.

La ventana de oportunidad para evitar un desastre irreversible
Pese al panorama preocupante, algunos expertos insisten en que aún existe margen para cambiar el rumbo y proteger la biodiversidad. Revertir la tendencia hacia la pérdida masiva de especies dependerá de la capacidad para implementar políticas ambientales estrictas, fomentar la conservación y desarrollar modos de vida compatibles con el equilibrio ecológico.
Los esfuerzos para preservar hábitats naturales, combatir el comercio ilegal y reducir la contaminación se suman a la urgencia de frenar el cambio climático, factores interrelacionados que determinan la salud de los ecosistemas globales. Esta acción concertada podría garantizar un planeta habitable y sostenible, no solo para las generaciones presentes, sino también para las futuras.
El compromiso colectivo, desde la comunidad científica hasta la sociedad civil y los gobiernos, será fundamental para encauzar esta crisis y ofrecer esperanza en un futuro donde la riqueza natural del planeta no sea un recuerdo sino una realidad vigente y vital.