
En la actualidad, el Océano Pacífico vive una rara fase neutra, es decir, que ni El Niño ni La Niña son predominantes. Sin embargo, el Centro de Predicción Climática de EE. UU. (CPC/NCEP/NWS) acaba de alertar que La Niña podría reaparecer en la escena climática entre noviembre de 2025 y enero de 2026.
Se trata de un fenómeno frío, que suele alterar tanto la intensidad de las lluvias como de las temperaturas en distintos puntos del planeta. Los expertos explican que este nuevo aluvión de La Niña podría tener consecuencias desfavorables para las economías de varios países de Sudamérica.
La información fue respaldada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), que detectó que las temperaturas en el océano y la atmósfera han comenzado a cambiar, lo que aumenta considerablemente las probabilidades de un nuevo evento climático de La Niña.
¿Qué es La Niña y en qué se diferencia de El Niño?
La Niña es una de las fases del fenómeno climático conocido como El Niño-Oscilación del Sur (ENSO, por sus siglas en inglés). Su principal característica tiene que ver con una baja en las temperaturas del mar en el Océano Pacífico ecuatorial central y oriental. Esta alteración genera un cambio en los patrones de vientos y lluvias, especialmente en las zonas tropicales y subtropicales del planeta.
A diferencia de El Niño, que tiende a generar lluvias intensas en regiones como el oeste de Sudamérica, La Niña produce el efecto contrario: sequías, un aumento de las temperaturas y una menor disponibilidad de humedad en los suelos. Esto impacta de forma directa en la producción agrícola, los ecosistemas y el abastecimiento de agua de toda la región.
Por este motivo es importante comprender cómo opera cada una de estas fases del ENSO, ya que los datos recabados por los científicos permiten anticipar sus consecuencias (ya sean sequías o inundaciones) y prepararse para enfrentarlas.

¿Qué se puede esperar en Argentina con La Niña?
Cuando La Niña se instala, los efectos en Sudamérica no tardan en hacerse sentir. En Argentina, por ejemplo, especialmente en regiones como el Chaco, la Pampa Húmeda y el norte argentino, se reduce notablemente la cantidad de lluvias durante el verano. Esto afecta tanto la producción de alimentos como el acceso a agua para el consumo humano y de los animales.
En años anteriores en los que este fenómeno tuvo lugar, los daños fueron catastróficos: millones de hectáreas con cosechas perdidas, animales sin acceso a pasturas y una situación crítica para las comunidades rurales del país. Pero además, hubo un aumento de los incendios forestales por la resequedad de los suelos.
Teniendo en cuenta que el verano de 2024- 2025 también fue seco en varias zonas de la región, la llegada de La Niña a finales de año llegaría justo en un momento clave para la industria agrícola: las etapas de siembra y desarrollo de cultivos como la soja, el maíz y el girasol. Esto podría incrementar aún más las pérdidas agrícolas.
¿Cómo se mide la probabilidad de que llegue este fenómeno?
Los modelos climáticos que evalúan el estado del ENSO se basan en datos como la temperatura superficial y subsuperficial del océano, así como en los niveles de vientos, de humedad y de presión en la atmósfera. A través del monitoreo constante de esta información, los expertos elaboran escenarios probables a futuro.
Según el Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad (IRI), la probabilidad de una fase neutral se mantiene en un 74% para el invierno del sur del globo. Pero ya en los meses de noviembre a enero, las posibilidades de que se produzca La Niña aumentan a un 41 %. Y aunque esta cifra puede parecer baja, marcan un contraste enorme con los meses anteriores.

Prepararse para escenarios extremos
Teniendo en cuenta que el mundo atraviesa un contexto de crisis climática, es lógico que los eventos extremos sean cada vez más frecuentes e intensos. Por este motivo, es importante que los gobiernos del mundo inviertan en más y mejores sistemas de alerta y de gestión del agua, así como en infraestructura que pueda ayudar a los pequeños productores a enfrentar los impactos de fenómenos como La Niña.
Desde hace años, organizaciones ambientalistas como Greenpeace Argentina exigen al Estado que tome sus decisiones basándose en la ciencia y la planificación climática. Pero los especialistas ven cómo los políticos ningunean sus informes en favor de las ganancias cortoplacistas. A esto se suma que, en la actualidad, deben defender su trabajo del desfinanciamiento impulsado por el gobierno de Javier Milei.
Pero negar los datos no hará que desaparezcan sus consecuencias. Por el contrario: sin ciencia, sin información confiable y sin voluntad política, el futuro del país y de la Tierra será cada vez más vulnerable y desigual.