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Incendios en Estados Unidos y la acción de una ciudad para frenar el impacto en la salud pública

Dos niños observan un incendio forestal desde la distancia mientras el humo y las llamas consumen el paisaje al atardecer.

Durante casi tres semanas, un incendio arrasó una enorme zona llena de bosques en el sur de Nueva Jersey. Lo bautizaron “Jones Road”, y dejó una postal muy complicada: casas envueltas en una niebla espesa, vecinos con barbijos improvisados y un olor penetrante que se quedó flotando en el aire.

Si bien el foco fue controlado, la preocupación recién empieza y muchas personas se realizan estas preguntas: ¿Qué efectos tiene esa nube densa sobre el cuerpo de las personas? ¿Cómo nos afecta respirar eso, aunque sea por unas horas?

Es importante explicar que el fuego no esperó al verano. ¿El motivo? Apareció tras una primavera atípicamente seca, que obligó incluso a postergar quemas controladas en zonas como Pine Barrens. 

Cuando el humo apareció en cada lugar, las autoridades tomaron la decisión de evacuar a más de cuatro mil personas. Durante la primera semana, unos 25 mil hogares se quedaron sin luz.

Pero el verdadero foco de preocupación está en lo que no se ve: el impacto invisible en la salud. Y en eso, el sistema no tiene aún muchas respuestas. Brian Lippai, del Departamento de Salud del Condado de Ocean, admitió que no hay datos concretos sobre internaciones asociadas al humo. “Requiere coordinación entre hospitales, y eso no suele pasar”, dijo.

Lo que sí se sabe es que los niveles de contaminación en la zona superaron hasta diez veces los valores recomendados por la OMS. 

El neumonólogo Peter Saccone, que atiende en Sewell, notó un incremento del 20 % en pacientes con síntomas como tos seca, congestión y molestias respiratorias. En muchos casos, los estudios no mostraban infección. “Todo indica que fue por el aire viciado. Pero también había mucho polen ese día. Cuesta distinguir”, explicó.

Esa mezcla de humo, polvo, polen y partículas en suspensión empieza a ser una constante. Lo alarmante, según expertos de Rutgers y la NOAA, es que los incendios forestales ya no son algo puntual ni de una sola estación. Ahora, el riesgo se reparte durante todo el año.

En 2023, los incendios en Canadá tiñeron de gris el cielo de Nueva York y otros puntos del noreste de Estados Unidos. El Departamento de Salud de Nueva Jersey reveló que, durante ese suceso, el índice de calidad del aire llegó a niveles considerados directamente peligrosos.

La investigadora Savannah D’Evelyn, de la Universidad de Washington, explicó que las partículas más finas del humo pueden meterse en el cuerpo sin pedir permiso. “Cuando afecta al pulmón, sube la presión, se altera el corazón, el sistema se desajusta”, explicó.

Además, los incendios que se dan cerca de zonas urbanas liberan compuestos tóxicos al quemarse materiales plásticos, metales o tejidos sintéticos

El “oscurecimiento global”, es otra señal de que el clima y la salud están más entrelazados de lo que queremos aceptar. Para D’Evelyn, el panorama es claro: “No vamos a vivir en un mundo sin humo. Tenemos que aprender a convivir con él. Y para eso, primero hay que entender lo que hace”.