Customize Consent Preferences

We use cookies to help you navigate efficiently and perform certain functions. You will find detailed information about all cookies under each consent category below.

The cookies that are categorized as "Necessary" are stored on your browser as they are essential for enabling the basic functionalities of the site. ... 

Always Active

Necessary cookies are required to enable the basic features of this site, such as providing secure log-in or adjusting your consent preferences. These cookies do not store any personally identifiable data.

No cookies to display.

Functional cookies help perform certain functionalities like sharing the content of the website on social media platforms, collecting feedback, and other third-party features.

No cookies to display.

Analytical cookies are used to understand how visitors interact with the website. These cookies help provide information on metrics such as the number of visitors, bounce rate, traffic source, etc.

No cookies to display.

Performance cookies are used to understand and analyze the key performance indexes of the website which helps in delivering a better user experience for the visitors.

No cookies to display.

Advertisement cookies are used to provide visitors with customized advertisements based on the pages you visited previously and to analyze the effectiveness of the ad campaigns.

No cookies to display.

Cómo esta estación de tren mal ubicada se convierte en un modelo para evitar desastres

Dos personas mayores sentadas en un banco de una estación de tren, con maletas, mirando las vías, en una escena tranquila pero cargada de historia e ingeniería ambiental.

En España, se han realizado numerosas construcciones en áreas propensas a inundaciones y con alto riesgo, pero hay una edificación reconocida cuya localización parece ser la más inadecuada: la estación internacional de Canfranc, situada en Huesca.

 A tan solo unos kilómetros de la frontera con Francia, esta impresionante obra modernista, que actualmente se ha transformado en un hotel de lujo, fue inaugurada en 1928 bajo la presencia de imponentes montañas de los Pirineos y justo en la confluencia de cinco torrentes peligrosos: Picauvé, Cargates, Epifanio, Borreguil de Samán y Estiviellas. Esta elección errónea llevó a la necesidad de realizar una enorme obra forestal de protección, la cual, más de un siglo después, ha alterado completamente el paisaje y que actualmente los ingenieros de montes defienden para destacar su importancia en la prevención de inundaciones catastróficas, como la del barranco del Poyo.

Ignacio Pérez-Soba, quien es el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón, comenta que, aunque se consideraron otros lugares para edificar la estación, como Villanúa, Jaca o incluso Forges d’Abel en Francia, la selección del área conocido como llano de los Arañones en Canfranc se hizo principalmente por razones militares.

Las laderas que rodean la localidad de Canfranc-Estación, situadas en el Pirineo aragonés, parecen hoy un gran ejemplo de naturaleza indómita, pero realmente están completamente transformadas por el ser humano. Además de que se lleva a cabo la reforestación de los árboles, en esta imagen del barranco de Estiviellas se pueden observar al menos siete construcciones destinadas a prevenir deslizamientos de tierra y avenidas. 

Estas pertenecen a un enorme proyecto de hidrología forestal que comenzó hace más de un siglo. Este proyecto no solo ha cubierto estas empinadas pendientes con árboles, sino que también incluye 554 estructuras, como diques, diques vacíos, muros, banquetes, puentes de nieve y cajones de nieve.

Dos diques vacíos, una ingeniosa invención del español Benito Ayerbe, el creador de este proyecto en 1911 para proteger la Estación Internacional de Canfranc, detienen los deslizamientos de tierra sin llenarse, ya que presentan un gran agujero (mechinal) que permite el paso de nieve y rocas, por lo que siempre se mantienen vacíos.

El dique vacío con rastrillo es una variante que tiene una parte superior dentada que mejora su resistencia ante los aludes, aunque ocurran en sucesión rápida. Estos son diseños de José María Ayerbe, hijo de Pedro Ayerbe, quien a su vez es primo de Benito, los tres reconocidos ingenieros de montes.

Se pueden observar los restos de otro dique vacío que probablemente fue dañado por un alud en 1984. Este desagua justo en el lugar donde se forma la cascada natural llamada «cola de caballo», a la que se puede acceder mediante un sendero que parte desde Canfranc.

Puentes de nieve: estructuras horizontales sostenidas por soportes en las que la nieve se posa para evitar deslizamientos. Se utilizan en terrenos empinados y accidentados.

Otro dique sin agua con un rastrillo. Esta es la mayor obra realizada en España para detener los aludes de nieve y los deslizamientos de tierra.

Otro puente de nieve. En el desarrollo de este gran proyecto para la restauración de los recursos hídricos y los bosques, los ingenieros tuvieron que idear soluciones y construir estructuras nuevas, como los cajones de nieve y las banquetas cubiertas de hierba.

Aparte de estas construcciones, existen otras defensas esenciales hoy en día: los árboles. Antes de estas obras, las laderas carecían de árboles y casi no había vegetación, lo que permitía que los aludes se deslizaran sin obstáculos y que las lluvias transformaran los barrancos en peligrosos trazos de tierra que facilitaban la caída de grandes rocas.

«La gente cree que este es un entorno natural, pero en realidad ha sido transformado por el ser humano, y eso no es algo negativo; al contrario, es una mejora. Antes solo había piedras sueltas en las pendientes», comenta Pérez-Soba. «Es ridículo pensar que los humanos solo dañan la naturaleza; si no se hubiera llevado a cabo la reforestación, el paisaje aquí sería mucho menos impresionante y habría menos biodiversidad. Además, los edificios actuales en Canfranc y la estación en sí habrían sido destruidos por inundaciones y rocas».

El decano es un estudio sobre esta obra y, principalmente, su promotor hace más de un siglo, el ingeniero aragonés Benito Ayerbe (1872-1917), quien alertó sobre el gran riesgo de construir la estación internacional en ese lugar. Al principio, no le tomaron en serio y le asignaron escasos recursos para medidas preventivas. Sin embargo, tras varios aludes en los inviernos de 1914-1915 y 1915-1916, que destruyeron seis edificaciones, todo cambió. Su propuesta logró un enorme financiamiento de un millón de pesetas al año.

“Los que llevaron a cabo esto fueron unos visionarios; se otorgó un presupuesto colosal para la época y se innovó en gran medida”, comenta Eduardo Tolosana, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes de España. Él sostiene que los árboles y este tipo de restauraciones en las zonas altas son fundamentales para prevenir inundaciones en las partes bajas de los ríos. «Este es un trabajo muy emblemático tanto por el momento en que se realizó como por el peligro que se debía eliminar», enfatiza. «Se aprendió mucho de él».

Estas montañas en los Pirineos presentan diferencias de altura que superan los mil metros y tienen pendientes tan pronunciadas que exceden el 50%. Estos relieves son como toboganes donde los árboles no pueden crecer, incrementando el riesgo de caídas de nieve y grandes piedras. 

En ese tiempo, no se encontraban soluciones en las publicaciones, así que Ayerbe tuvo que idearlas. En Francia, se construían diques para detener las crecidas, pero estos se llenaban de piedras y sedimentos, llegando a colapsar y transformarse en trampolines para los deslizamientos de tierra. El ingeniero español inventa lo que llama diques vacíos: son muros con un gran agujero en el medio (mechinal), que detienen la parte superior de un alud, que es más potente por la falta de fricción del suelo, pero permiten que la parte inferior pase, hasta quedar totalmente vacía. “Esta idea se le ocurrió al observar el funcionamiento de los árboles caídos”, comenta Pérez-Soba. “Estas obras son un gran ejemplo de creatividad inspirada en la naturaleza”.

Para proteger la estación internacional de avalanchas, piedras y corrientes de agua, se realiza una reforestación extensa en las pendientes y se instalan diversos tipos de protecciones para controlar los desprendimientos, el agua y la nieve. Un inventario reciente realizado por el Gobierno de Aragón en estas montañas, en el marco de la rehabilitación de estas defensas, ha registrado 554 estructuras, incluyendo diques, diques vacíos, muros, banquetes, puentes de nieve y cajas de nieve. Benito Ayerbe crea algunas de estas soluciones (los diques vacíos, las banquetas de césped y las cajas de nieve) y comienza las obras, pero no podrá ver su finalización, ya que falleció prematuramente antes de cumplir 45 años. Los ingenieros Pedro Ayerbe, su primo, y Florentino Azpeitia continúan con el proyecto.

“Se están buscando soluciones realmente innovadoras que se integran perfectamente en el entorno. Los ingenieros de montes queremos replicar los procesos naturales, a veces utilizando soluciones de ingeniería civil y a veces biológicas. Hay que encontrar una armonía, un equilibrio entre la ingeniería tradicional y la biológica”, resalta Pérez-Soba, quien afirma que “en España, con el cambio climático, es muy probable que presenciemos un aumento en la intensidad de las tormentas”.

A pesar de que estos paisajes pirenaicos son bastante distintos de los áridos torrentes mediterráneos donde ocurrieron las terribles inundaciones en octubre pasado, este ingeniero recuerda que el desastre del camping de Biescas en 1996, que resultó en la muerte de 87 personas, también fue causado por una fuerte crecida de agua. 

“En España existen numerosos barrancos del Poyo”, enfatiza Pérez-Soba. “No pretendemos corregir todos los barrancos del país, pero si hay un inconveniente aguas abajo, los ingenieros de montes sabemos cómo solucionarlo en la parte superior, aplicando técnicas inspiradas en la naturaleza”.