
John Belizaire, CEO de Soluna, se refirió a medios locales todo lo que realizó para emprender en un negocio con energía renovable. “Imaginate que vas por una ruta rural, ves los molinos girando a lo lejos… pero algunos están quietos. No están rotos, simplemente no los dejan trabajar”, dice. Su explicación es sencilla: hay energía limpia disponible, pero nadie para consumirla.
Y eso, en su opinión, es uno de los mayores absurdos de nuestro tiempo.
Soluna, una empresa que desarrolla centros de datos alimentados por energías verdes, encontró una solución en ese hueco: capturar la energía renovable estancada, aquella que se produce pero no se usa.
Y la clave está en estar donde otros no quieren: cerca de turbinas desconectadas, lejos de los grandes centros urbanos y con equipos listos para encenderse solo cuando hay energía de sobra.
El secreto que no todos ven
“La gente piensa que necesitamos más energía. Pero en realidad, ya estamos produciendo más de lo que usamos. El problema es que no sabemos distribuirla ni almacenarla”, resume Belizaire. Su empresa estima que entre el 30 % y el 40 % de la energía renovable en EE. UU. se desperdicia por falta de infraestructura de transmisión o demanda local.
Ese excedente suele venir de plantas solares o eólicas que, en días de mucha producción, se ven obligadas a apagarse porque la red eléctrica no puede absorber más. A ese fenómeno se lo conoce como “restricción”, y afecta desde California hasta Portugal.
Centros de datos con fecha propia
Mientras la inteligencia artificial y la minería de criptomonedas disparan la demanda energética, los desarrolladores de centros de datos se enfrentan a un dilema: las compañías eléctricas no logran seguir el ritmo.
Por eso, muchos están tomando otro camino: producir su propia energía. Según esa misma encuesta, para 2035 casi la mitad de los centros de datos funcionarán con generación in situ. Y entre ellos, Soluna se destaca por no apostar al gas, sino al sol y al viento que otros descartan.
Texas, el laboratorio perfecto
Es importante mencionar que, en sitios como el oeste de Texas, envueltos de parques eólicos, Soluna y otras firmas como IREN instalaron nada más y nada menos que centros de datos junto a fuentes renovables. “Estar cerca de donde se genera la energía te da acceso directo y barato”, explicó Kent Draper, director comercial de IREN. Su estrategia es simple: comprar electricidad cuando hay exceso y apagar sus equipos cuando los precios suben.
Ese modelo flexible convirtió a Soluna en algo inesperado: una especie de batería viva. “Nosotros ajustamos nuestro consumo según la red. Nos encendemos cuando sobra energía y reducimos carga cuando hace falta. La computación, en ese sentido, es mejor batería que las baterías mismas”, sostiene Belizaire.
Energía verde que ya estaba ahí
La mayoría de los proyectos de Soluna se ubican junto a plantas renovables, con las que firma contratos de compraventa a largo plazo. Así aprovechan electricidad que de otro modo se perdería. Sus centros ya operan en Texas y Kentucky con 123 megavatios de capacidad, y tienen más de 800 en desarrollo.
“Es energía que ya existe. Lo único que hicimos fue ir a buscarla”, apunta Belizaire. Según su equipo, lograron abastecer más del 75 % de sus operaciones con fuentes limpias y a precios más bajos que cualquier otro centro de datos de su tipo.
¿Y la red? Sigue corriendo de atrás
El sistema eléctrico estadounidense, como muchos otros en el mundo, todavía arrastra problemas estructurales: líneas de transmisión saturadas, demoras regulatorias y tecnologías de almacenamiento aún caras. En ese contexto, las soluciones distribuidas —como las de Soluna— se presentan como puentes posibles.
“Nuestra infraestructura es modular, escalable y flexible. No necesitamos esperar una década para tender cables. Podemos empezar mañana”, aseguró Belizaire. Para él, la transición energética no pasa solo por inventar nuevas formas de energía, sino por usar bien la que ya tenemos.
Un cambio de paradigma en tiempo real
Mientras algunos analistas advierten que la inteligencia artificial podría duplicar el consumo energético global en los próximos años, empresas como Soluna insisten en que ese crecimiento puede ser una oportunidad. “No se trata solo de mitigar el daño, sino de imaginar un sistema distinto, en el que el exceso no se tire a la basura”, dice Belizaire.
Y, aunque suene utópico, los números acompañan. Solo en 2021, se desperdiciaron 14,9 teravatios hora de electricidad renovable en EE. UU., lo suficiente para abastecer a 1,3 millones de hogares durante un año, según su último informe.