
Para millones de aves migratorias de todo el mundo, los ecosistemas colombianos son un destino clave en su kilométrica búsqueda de refugio y alimento. Gracias a su ubicación geográfica privilegiada, Colombia es una parada obligatoria en la ruta migratoria de muchas especies provenientes de América del Norte.
Así es como, a lo largo de los años, el país se ha convertido en una especie de hotel vacacional para especies como el halcón de Swainson (ave emblemática de la región boreal). Pero estas aves no solo aprovechan los recursos naturales que brinda el país, sino que además cumplen un rol irremplazable para mantener el equilibrio ecológico de estos entornos naturales.
El impacto de las aves migratorias en los ecosistemas colombianos
Según la Asociación Colombiana de Ornitología, cada año los bosques, montañas y llanuras del país albergan a alrededor de 160 especies migratorias de larga distancia. Más de cien de estas especies provienen exclusivamente de la región boreal y durante su estadía se convierten en un verdadero espectáculo para los observadores de la naturaleza.
Tal vez una de las más icónicas, sea el halcón de Swainson, que en su viaje desde su Canadá y Alaska natal hacia la Argentina, puede recorrer ¡hasta 19 mil kilómetros! Cuando atraviesan Colombia, estas aves contribuyen a que se lleven a cabo servicios ecosistémicos indispensables para el equilibrio natural: desde la dispersión de semillas o el control de plagas, hasta la regeneración de los entornos de todo el país.
Pero la eliminación natural de insectos y el derramamiento de semillas no son las únicas acciones que realizan las aves migratorias. Al interactuar con otras especies y desplazarse por diferentes hábitats, estos animales facilitan la polinización, un proceso crucial para el crecimiento de nuevas plantas que luego servirán de alimento a nuevos individuos de estas y otras especies. Se trata de un ciclo sin fin de la naturaleza que no debe ser alterado.
¿Qué regiones de Colombia visitan las aves boreales?

Las aves migratorias que llegan a Colombia tienen rutas bien definidas que van desde la región Pacífica hasta la Sierra Nevada de Santa Marta. Estas áreas les ofrecen refugio temporal y recursos esenciales para que sobrevivan a su travesía, permitiéndoles recobrar fuerzas para continuar su viaje hacia el sur.
Regiones como la selva del Darién y los valles interandinos se han convertido en paradas típicas de las llamadas “águilas cuaresmeras” (porque aparecen en esa época del año). Este movimiento constante de las aves permite que haya una dispersión de nutrientes fundamental para preservar la biodiversidad de todas las áreas involucradas en su trayecto.
Amenazas que ponen en riesgo la biodiversidad de Colombia
A pesar de la importancia de las aves migratorias para los ecosistemas colombianos, los hábitats tan necesarios para que estas especies sigan visitando el país se encuentran bajo amenaza. Actividades humanas destructivas como la deforestación, la urbanización y la expansión agrícola no hacen más que reducir las áreas seguras donde estas aves pueden descansar y alimentarse.
Por otro lado, la caza ilegal y el uso indiscriminado de pesticidas en áreas rurales también conllevan un grave peligro para su supervivencia. Es por eso que organizaciones ambientalistas como Greenpeace Colombia o The Nature Conservancy luchan cada día para que el gobierno colombiano dicte políticas más estrictas que garanticen su conservación.
Reservas naturales y educación ambiental
Una de las acciones que ha demostrado mayor efectividad a la hora de proteger especies y espacios naturales es la creación y expansión de reservas ecológicas protegidas. En Colombia, zonas como la Sierra Nevada de Santa Marta y la selva del Darién han sido declaradas áreas protegidas debido a su importancia ecológica.

Esta medida permite que estas áreas se mantengan bajo estricta vigilancia para evitar la caza ilegal y la deforestación que ponen en peligro tanto a las aves migratorias como a la biodiversidad del país. La Ley de Parques Nacionales en Colombia, sancionada en el año 1977, es un ejemplo cómo una legislación puede contribuir a proteger los ecosistemas.
Pero ninguna ley tendrá el impacto que puede tener la educación ambiental. Las iniciativas que involucran a las escuelas y a las comunidades rurales en programas de conservación han demostrado ser el mejor remedio para reducir la caza ilegal y la destrucción de hábitats. A través de la educación, se puede enseñar a la población colombiana sobre el valor económico, turístico y ecológico de estas aves para que comprendan la importancia de cuidarlas.