
A mediados de marzo, la localidad de Bahía Blanca sufrió una de las peores inundaciones de su historia. En apenas cuatro horas, la ciudad registró casi 400 milímetros de lluvias, dejando un saldo de 16 muertes confirmadas y más de 150 personas desaparecidas. De acuerdo con un informe reciente de la organización europea Climate Matter, que cuenta con la colaboración de científicos del CONICET, este fenómeno extremo está relacionado con el cambio climático.
Esto sucede porque el calentamiento global provoca eventos climáticos más intensos y frecuentes. La quema de combustibles fósiles utilizado para producir desde la Revolución Industrial, ha ido incrementando la temperatura global, además de intensificar las tormentas, las olas de calor y otros fenómenos extremos como huracanes o marejadas.
Ante la falta de anuncios por la desfinanciación del Servicio Meteorológico Nacional y la incapacidad de la ciudad para enfrentar estos cambios, los resultados fueron devastadores. Por este motivo, organizaciones ambientalistas como Greenpeace Argentina han reclamado que el presidente Javier Milei deje de negar el cambio climático y tome medidas urgentes para prevenir nuevas catástrofes ambientales.
Inundaciones y la falta de un sistema de alerta temprana
Tal vez uno de los mayores problemas de esta reciente tragedia tenga que ver con la falta de un sistema de alerta temprana eficiente. Según los expertos, la ausencia de herramientas tecnológicas y la falta de concienciación entre la población de Bahía Blanca sobre cómo comportarse durante una emergencia aumentaron el impacto del desastre natural.
En comparación con otros países como España, donde durante las últimas inundaciones en Valencia se activaron protocolos para tormentas intensas, en Argentina la respuesta institucional fue deficiente. A esto se sumó que la ciudad no contaba con sistemas de drenaje lo suficientemente preparados para soportar esta clase de precipitaciones.

Pero cabe aclarar que, incluso en ciudades con mejor infraestructura, los eventos climáticos de este nivel son capaces de desbordar la capacidad de respuesta. Por lo que la inversión en infraestructura de adaptación climática se convierte en una cuestión fundamental que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para los ciudadanos.
Las ciudades, cada vez más expuestas
Lamentablemente, esta no es la primera catástrofe ambiental que afecta a Bahía Blanca. En 2023, un temporal provocó 13 muertes, después de que el viento hiciera colapsar el techo de un gimnasio. Es más evidente que estos fenómenos se repiten cada vez con mayor frecuencia y son más impredecibles.
Lo mismo sucede con las olas de calor, que también han aumentado en intensidad y duración, afectando especialmente a los ciudadanos más vulnerables. Sin ir más lejos, un estudio liderado por el experto Vicente Barros determinó que la ola de calor que padeció la Ciudad de Buenos Aires durante el verano 2012-2013 incrementó en 700 la cantidad de muertes.
Esto es una nueva muestra de cómo el cambio climático no solo genera inundaciones y tormentas más fuertes, sino que además puede impactar en la salud pública y en la calidad de vida de las personas. Por eso es necesario que las ciudades se preparen para enfrentar estos cambios.
En naciones como los Países Bajos, donde la relación con el agua es históricamente conflictiva, se han desarrollado sistemas de drenaje y contención avanzados que permiten mitigar el impacto de las inundaciones. Es imprescindible que la Argentina comience a invertir en esta clase de infraestructuras para evitar nuevos siniestros de esta magnitud.
Aumento de plagas relacionadas con el cambio climático
Además de los eventos climáticos extremos, el aumento de las temperaturas también ha incrementado la propagación de enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue. En 2023, esta enfermedad causó más de 300 muertes en Argentina, lo que demuestra una relación directa entre el calentamiento global y las crisis de salud.

Esto sucede porque al aumentar el calor, se generan las condiciones ideales para la reproducción de mosquitos. Al mismo tiempo, las olas de calor afectan a las personas más vulnerables, como niños y adultos mayores. A esto se suma que, en ciudades como Buenos Aires o Córdoba, los cortes de luz que se producen durante las olas de calor pueden interrumpir el suministro de agua en los edificios, agravando las condiciones para sus habitantes.
Ante este escenario es importante que el Gobierno Nacional deje de negar el cambio climático y vuelva a invertir en ciencia y tecnología climática para mejorar la capacidad de respuesta ante esta clase de emergencias. Además, es fundamental educar y concientizar a la población para que tome en serio las alertas meteorológicas.