
El paso de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) por varias regiones de España, especialmente en Valencia, Albacete y Cuenca, dejó una estela de destrucción y tragedia que reafirma una realidad cada vez más innegable: el cambio climático ya está aquí. Los testimonios de quienes vivieron de cerca esta catástrofe no solo narran las pérdidas materiales, sino también las profundas consecuencias humanas que se derivan de fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes. La experiencia de los voluntarios de Greenpeace, como Lourdes y Fede, pone en evidencia la urgencia de un cambio de rumbo en las políticas climáticas globales.
A través de sus relatos, estos voluntarios no solo describen la destrucción visible, sino también la angustia de ver cómo el cambio climático transforma la vida cotidiana. Desde las calles inundadas de Massanassa hasta las casas arrasadas por la corriente, las historias de dolor y desesperación revelan una realidad que muchos aún perciben como algo distante. Sin embargo, el impacto de la DANA ha dejado claro que los efectos del calentamiento global ya están alterando vidas, y que las acciones para frenar la crisis climática deben ser urgentes y radicales.
Las consecuencias de la DANA: el cambio climático es ya una emergencia
El paso de la DANA por España, con lluvias torrenciales que desbordaron ríos y canales, no fue un fenómeno aislado, sino una manifestación clara de cómo los eventos climáticos extremos están adquiriendo una intensidad sin precedentes. Las provincias de Valencia, Albacete y Cuenca fueron las más afectadas, donde miles de personas tuvieron que ser evacuadas, y muchas más perdieron todo lo que tenían en cuestión de horas.
Lourdes, voluntaria de Greenpeace, recuerda cómo el agua alcanzaba niveles peligrosos incluso días después del desbordamiento de los ríos. “Creo que nunca olvidaré el gesto desolado de un señor de Massanassa”, relató Lourdes, al recordar cómo, con la ciudad aún bajo el agua, los residentes seguían luchando por salvar lo poco que quedaba. Este tipo de testimonios, comunes en muchas de las zonas afectadas, evidencia no solo la magnitud de la destrucción, sino también el sufrimiento humano que acompaña a cada desastre natural impulsado por el cambio climático.
El sufrimiento humano tras la tragedia: la angustia de ver lo irreparable
Las historias de personas que perdieron sus hogares, sus pertenencias e incluso a sus seres queridos son el reflejo de la urgencia con la que debemos actuar. Fede, otro voluntario que participó activamente en las labores de rescate y apoyo, narra cómo vio con sus propios ojos la desesperación de las personas que, literalmente, veían desaparecer todo lo que conocían. «Un hombre sentado con una sola bolsa en la mano me dijo: es lo único que me queda«, recordó Fede, reflejando el desgaste emocional que genera la pérdida total en un contexto de caos y desesperanza.
En su relato, Fede también describe la dificultad de acceder a las zonas más afectadas debido al tráfico caótico y la desorganización que reinaba en las carreteras. Sin embargo, lo que más impactó tanto a Lourdes como a Fede fue el rostro de los afectados: «Por mucho que hayamos visto fotos y vídeos, no es nada comparable con ver en directo pueblos enteros devastados«, comentó Lourdes, quien subraya cómo las emociones de rabia, impotencia y frustración dominaron la escena.
Este tipo de vivencias, sumadas a la creciente frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, reflejan la crisis climática que estamos viviendo. La intensidad de la DANA no es un caso aislado, sino una muestra de lo que está por venir si no se toman medidas urgentes para mitigar el calentamiento global. Lourdes, como muchos otros activistas climáticos, subraya la necesidad de cambiar las prioridades: «Es necesario defender la vida y la naturaleza por encima del beneficio económico de unos pocos».
El cambio climático no es un futuro distante: es una emergencia presente
El impacto de la DANA dejó claro lo que muchos ya sabían: el cambio climático no es un problema del futuro, sino una emergencia inmediata que afecta a millones de personas. Según Greenpeace, fenómenos como la DANA se están multiplicando en intensidad y frecuencia, y solo una respuesta global inmediata puede evitar mayores pérdidas humanas y materiales.
Para Lourdes y Fede, su experiencia como voluntarios en la catástrofe es un llamado a la acción. “He sentido la angustia de ver que las consecuencias del cambio climático no son algo que sufriremos a futuro”, afirmó Lourdes. Ambos coinciden en que los responsables del calentamiento global, especialmente las grandes corporaciones fósiles, deben asumir las consecuencias de sus acciones y actuar para frenar el impacto climático.
Como activistas, su mensaje es claro: es necesario un cambio radical en la forma en que vivimos. La lucha contra el cambio climático no puede esperar más, y las decisiones políticas deben ir más allá de las promesas y las medidas superficiales. Es hora de que gobiernos, empresas y ciudadanos se unan para garantizar que eventos como la DANA dejen de ser la norma y no la excepción. La vida y el bienestar de las personas deben ser la prioridad, y la acción climática es el único camino para asegurar un futuro habitable para todos.