
El yaguareté es el mayor felino de del continente americano. Pero además, para la región del Gran Chaco representa un símbolo de biodiversidad. Pero de acuerdo con la doctora Verónica Quiroga, bióloga del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y una de las mayores especialistas en grandes mamíferos de la Argentina, este animal se encuentra en peligro crítico de extinción en el país y está «ecológicamente extinto» en la región chaqueña.
La mayor causa detrás del deterioro en el hábitat del yaguareté en el Chaco es sin dudas el avance agropecuario. Desde hace décadas, las topadoras vienen fragmentando los bosques y obligando a este majestuoso predador a movilizarse cientos de kilómetros desde sus lugares de origen para poder alimentarse.
Mediante el uso de cámaras trampa y el monitoreo de huellas, la Dra. Quiroga ha podido determinar que en los últimos 20 años, la población total de este felino en el Chaco argentino ha disminuido desde unos 200 individuos ¡a menos de 20! Y a menos que se tomen medidas urgentes, su desaparición podría alterar de forma irreversible la dinámica de todas las especies que habitan la región.
Las topadoras avanzan, el yaguareté retrocede
Como vienen denunciando desde hace años organizaciones ecologistas como Greenpeace Argentina, la expansión de la frontera agropecuaria ha tenido un efecto devastador en el hábitat del yaguareté. Durante las primeras expediciones de la Dra. Quiroga en la zona, solía haber pequeños senderos estrechos cubiertos de monte. Pero menos de un cuarto de siglo después, esos mismos caminos se han convertido en carreteras donde circulan camiones cargados del ganado que pastorea la tierra y de la madera talada para desmontarla.

La bióloga también destaca que en las primeras etapas de su investigación, era común encontrar huellas de yaguareté. Hoy en cambio, puede pasar semanas de trabajo de campo sin detectar rastros de estos felinos. Esto se debe a que las modificaciones realizadas por el hombre en el entorno natural del yaguareté redujeron considerablemente las áreas donde pueden moverse con libertad.
Pero el yaguareté no es el único afectado por esta situación. Especies como el pecarí de labio blanco, una de sus presas más comunes, también han visto reducidas sus poblaciones. En el caso de este mamífero, lo expertos refieren que solía moverse en grupos de hasta 200 individuos, pero que ahora apenas han podido registrar pequeñas manadas de 30 individuos.
Escasez de agua: el principal problema de la región para la vida animal
El Chaco es una de las regiones más áridas de la Argentina. Especialmente entre los meses de mayo y agosto (en plena temporada seca), los ríos se vacían y obligan a las especies autóctonas a movilizarse en busca de agua. Este movimiento aumenta considerablemente su vulnerabilidad, en especial para los grandes mamíferos, que deben recorrer áreas inabarcables para encontrar suficiente alimento y agua.
El yaguareté, en particular, al ser un predador tope, necesita un territorio extenso para sobrevivir. Pero a medida que el agua desaparece, estos felinos se ven forzados a recorrer distancias cada vez mayores para cazar. De esta forma se exponen a encuentros conflictivos con los seres humanos. Es por eso que los pocos cuerpos de agua que quedan en la región, como los ríos Bermejo y Pilcomayo, se han convertido en puntos clave para su supervivencia.

¿Qué significa que el yaguareté esté ecológicamente extinto en el Gran Chaco?
Cuando se dice que el yaguareté está «ecológicamente extinto» no significa que la especie haya desaparecido por completo. En realidad, esta expresión se refiere a que su población ha disminuido tanto que ya no es capaz de cumplir su rol ecológico como depredador tope. De este modo se produce un desequilibrio en el ecosistema que altera las relaciones que se suelen dar de forma natural entre las especies de la región.
Sin su presencia, las poblaciones de sus presas (mamíferos medianos y grandes como el oso hormiguero) pueden aumentar de manera descontrolada, afectando a otros animales más pequeños o incluso a las plantas que necesitan de ese equilibrio natural de la cadena alimentaria. A largo plazo, este fenómeno puede deteriorar todo el ecosistema, afectando la calidad del agua y hasta la fertilidad de los suelos.
Es por eso que, a menos que se tomen medidas urgentes para proteger sus territorios y fomentar su reproducción (por ejemplo, creando corredores biológicos y áreas protegidas), es probable que el yaguareté desaparezca de manera definitiva del Gran Chaco. Irónicamente, su desaparición terminará por arruinar los negocios que sus victimarios (empresarios agropecuarios y forestales) tanto persiguen.