
En Argentina, una problemática invisible afecta a gran parte de la población: la contaminación por arsénico en el agua potable. Una investigación reciente realizada por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) reveló que el 70% de los argentinos consume agua con niveles de este compuesto que superan los límites recomendados por organismos internacionales. Este problema, presente en el 50% de las provincias del país, plantea serias implicaciones para la salud y exige un esfuerzo conjunto entre la sociedad y el Estado para su resolución.
Nuevo mapa de exposición
La UNR desarrolló el “Nuevo Mapa de la Población Argentina Expuesta al Arsénico en el Agua de Consumo”, con el objetivo de establecer relaciones entre el ambiente y la salud humana. Alejandro Oliva, director del Programa de Medio Ambiente y Salud (PROMAS) del Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI), indicó que los datos previos sobre los niveles de arsénico eran incompletos y carecían de actualización. Tras un riguroso análisis de antecedentes, los hallazgos serán publicados en la revista “Water and Health”, destacando que 17 millones de personas están expuestas a esta sustancia tóxica.

Arsénico y salud
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que niveles superiores a 10 microgramos de arsénico por litro de agua son peligrosos, mientras que en Argentina el Código Alimentario permite hasta 50 microgramos por litro. Oliva explicó que esta sustancia está asociada a enfermedades graves como cáncer infantil, anomalías congénitas y Alzheimer, y señaló que estudios previos ya han confirmado estas asociaciones en el contexto local. La disparidad entre los estándares nacionales e internacionales pone de manifiesto una controversia que afecta directamente a la salud pública.
Desafíos para mitigar la contaminación
El arsénico presente en el agua proviene principalmente de fuentes naturales, como el contacto entre los acuíferos y las rocas, aunque también hay un porcentaje menor atribuido a actividades humanas como la minería y el uso de insecticidas. Sin embargo, el tratamiento para remover esta sustancia es costoso. Oliva destacó que la tecnología necesaria no solo requiere grandes cantidades de electricidad, sino que también plantea el problema de gestionar el arsénico residual. Proyectos innovadores en la UNR buscan soluciones más accesibles mediante energía solar, pero la inversión inicial sigue siendo elevada para muchas comunidades.

Geografía de la exposición
La investigación identificó a Catamarca y La Pampa como las provincias con mayor porcentaje de población expuesta, alcanzando cifras del 80% al 90%. Buenos Aires también enfrenta un alto riesgo, con un 70% de su población afectada, mientras que en Chaco la cifra es cercana al 50%. Otras provincias como Corrientes, Neuquén, Córdoba y Jujuy también están dentro de las zonas más comprometidas. Estos datos reflejan una desigualdad geográfica que requiere soluciones adaptadas a las necesidades específicas de cada región.
Según el investigador, resolver esta problemática requiere un esfuerzo coordinado entre gobiernos y ciudadanos, algo en lo que también coinciden las organizaciones ambientalistas, como Greenpeace Argentina. Oliva enfatizó que las comunidades deben demandar políticas públicas que garanticen agua potable de calidad, así como controles estrictos sobre los niveles de contaminantes. Aunque el costo de implementar estas medidas puede ser elevado, representan una inversión crucial en la salud de la población. Europa enfrentó desafíos similares y logró superarlos, lo que demuestra que, con voluntad política y participación ciudadana, es posible revertir esta situación.